Por Sergio Reyes II.
Hay un lugar, en el firme de la Cordillera Central, en el que surge la vida a borbotones y se descuelga por los caminos señalados en los puntos cardinales para llevar alegría y esperanza a las diferentes regiones de Quisqueya. En ese recóndito lugar, entre espacios paradisíacos de cimas nubladas y un incomparable bosque enano, las impolutas gotas del rocío, las frecuentes precipitaciones y la hacendosa actividad de la copiosa y abigarrada floresta dan origen a profusas escorrentías que brotan por doquier en forma de caprichosos manantiales que reverberan entre las apretadas raíces de los arboles que conforman los extensos bosques de las serranías, se abren paso por entre macizos pedregones, se deslizan en total libertad por la superficie del terreno y a poco andar ya les vemos convertidos en cantarines arroyuelos.