La
llegada sigilosa, sin agenda previa ni guión, constituyó, quizás, la
circunstancia adecuada, que nos permitiese sacar a flote y poner a
palpitar en toda su belleza y expresividad las disímiles cualidades que
confluyen para hacer de Restauración un inigualable paraíso enclavado en las serranías de la Cordillera Central, en la República Dominicana.
Resulta
oportuno y atinado el conocimiento del proyecto de ley que cursa en
estos días en el Congreso a favor de que los restos del Coronel Rafael
Tomás Fernández Domínguez sean exhumados y depositados en el Panteón
Nacional.
Su
figura, un tanto escuálida, se irguió en el escenario, dispuesto, como
otras tantas veces, a exponer las razones y motivos por los que su
provincia amerita, en forma desesperada, la mano amiga de las instancias
estatales y el empresariado visionario, como forma de evitar el
inminente e inevitable colapso que se avizora en el horizonte.
No
le adornan los bríos juveniles que le llevaron a protagonizar, en los
años del balaguerato, innúmeras jornadas de luchas, movimientos
huelgarios y reclamos sociales, en beneficio de su región y de toda la
colectividad nacional.
Un trascendental acontecimiento recién acaba de producirse en tierras
del noroeste dominicano. Dicho evento permitió reunir, en un mismo
escenario, a hombres y mujeres de buena voluntad, interesados en la
potencialización del desarrollo industrial, turístico y agropecuario de
las provincias alineadas a lo largo de la frontera dominicana.
En las voces, alocuciones y proclamas de los representativos de los
diferentes organismos de gobierno, entidades municipales, legislativas,
empresariales, gremiales y culturales, así como en el elevado número de
representativos de los medios de comunicación y de la sociedad civil
que contribuyeron con su presencia e intervenciones en el desarrollo de
los diferentes eventos abarcados en el programa, salió a relucir, de
manera vigorosa y contundente, la disposición de los fronterizos en
caminar unidos en pro del desarrollo de sus respectivas comunidades,
aunando esfuerzos y demandando el obligatorio apoyo oficial, pero
aportando cada cual su granito de arena en aras de la cristalización de
dichos objetivos.
A tono con las creencias derivadas de la tradición cristiana y que constituyen un factor inseparable dentro de los ritos y ceremonias religiosas celebradas por un considerable número de dominicanos, la devoción a las diferentes deidades que conforman el panteón católico adquiere tonos sublimes, que viajan muy adentro del ser humano y le acompañan en el transcurso de su vida definiendo rasgos relevantes de su personalidad.
La memoria, haciendo las veces de ancla, nos mantiene apegados a nuestras raíces, en un torbellino de nostalgias y añoranzas que se cuela como polizón en la maleta del viajero, le acompaña a todos los lugares a donde el destino le arroje y le reclama o le sugiere un respiro, un receso o una vuelta atrás, al lar nativo, al inolvidable terruño donde quedaron enterrados los viejos troncos del clan familiar mientras otros permanecen, todavía, de pie y oteando mas allá del horizonte, a la espera de la redención.
Quisiera comentarles, en esta tarde lluviosa y fría, salpicada de ausencias y aspiraciones postergadas, las nostalgias y evocaciones que vienen a mi mente al poner, justo en frente de mí, la cálida y humeante taza de aromático café, que sin demora me dispongo a paladear.
Podría hablarles, sin adornos ni rebuscamientos, y poniendo el corazón en las manos, de amigos como Dante y Jesús -dominicano el uno, colombiano el otro-, compañeros de intensas jornadas de labor en la Factoría, de Horas Extras y amanecidas, en los afanes y amarguras del inmigrante que lucha por subsistir en la Babel de Hierro, economizando hasta lo indecible a fin de poder completar la impostergable remesa esperada como por cuentagotas por la familia que ha quedado allá, en el terruño, al amparo de Dios. De ellos conocí las nuevas y variadas maneras en que puede manifestarse la solidaridad humana, matizada, casi siempre, al influjo de la desinteresada e ineludible oferta de una taza diaria de café.
Contando con un variado programa que abarca una serie de eventos de tipo cultural, religioso y social, los residentes en la ciudad de Dajabón y comunidades aledañas se encuentran inmersos en el montaje de sus Fiestas Patronales 2011, celebradas en homenaje a Nuestra Señora del Rosario, patrona de la población a tono con las estipulaciones de la religión católica.
Hay hechos en la vida del ser humano que le hacen trascender, le sacan del anonimato y le llevan a brillar y perpetuarse en el recuerdo y el aprecio de sus conciudadanos. Hay acciones y circunstancias, a veces fortuitas, que permiten moldear la personalidad y acompañan al ente social creando estereotipos de corte folklórico y costumbrista, que definen, en nuestro medio, a algunos elementos de la composición social dominicana y conforman la idiosincrasia de sus gentes.
‘ ‘… Pena de la vida al tambor que tocare retirada ’’ - Juan Sánchez Ramírez, en la Batalla de Palo Hincado -
Aflora el mes de Mayo y se recrudecen los aprestos de toda la población en torno a la organización y montaje de la actividad que concita mayor integración de parte de paisanos, visitantes y un sinnúmero de avecindados en otras latitudes que cargados de nostalgia llegan de regreso a su tierra natal, a compartir con los suyos y recordar viejas vivencias. El ruido ensordecedor de los altoparlantes promoviendo los aires musicales en boga compite con el repique de grupos de atabales y de otros ritmos vernáculos que en alegre jolgorio recorren el pueblo, integrando a un eufórico cortejo de mozalbetes que le impregnan colorido y sabor provinciano a las fiestas. El golpeteo de cascos, al impactar el pavimento, complementado con el metálico sonido de frenos, espuelas y el estridente silbido de los fuetes, pitos y otros aditamentos, nos pone sobre aviso de que se acerca una nutrida cabalgata, compuesta por elegantes jinetes –mujeres y hombres-, enjaezados al mejor estilo vaquero y montando briosos corceles de paso fino que, por años, han constituido el orgullo de los hacendados locales que se dedican a su crianza.
Un ululante sonido, que parece susurro y evoca gemidos viaja encabritado en las ondas del viento, penetra entre ramas, flores silvestres y enredaderas en la enmarañada sucesión de enhiestos pinares y otros exponentes que conforman la floresta de la serranía y luego de rebasar las altas copas de estos, se expande en el espacio, se proyecta en todas direcciones y se hace dueño del entorno, difundiendo un sutil mensaje, unas veces sociable y fraternal, otras tantas combativo, que enlaza multitudes, transmite sentimientos y hace evocar eventos gloriosos, épicas libertarias y legados comunes, que perviven, todavía, en la conformación social de los pueblos que ocupan la Isla Hispaniola.
Alzándose mas Allá de su estatura, con sus gafas enarcadas, mirada contundente y demoledoras palabras, Núñez Grassals iba sembrando el camino de sentenciosas enseñanzas que habrían de marcar, como el acero, el accionar futuro de la Pléyades de aprendices de la palabra y aspirantes a periodistas que rebosaban las aulas de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD-. Carlos Julio Félix, con su novedoso periodismo televisivo y sus trascendentales reportajes de alto contenido humano, comenzaba a definir lo que habría de ser un estilo a la hora de enfocar la noticia, narrada y conducida por sus actores principales. Filiberto Cruz, con sus documentados textos sobre la historia del periodismo y el ejercicio de la comunicación en el país, contribuyó sobremanera a apuntalar el caudal de conocimientos necesarios, que permitiese a los noveles comunicadores poder salir a las calles apertrechados con las herramientas del saber, dispuestos a desentrañar la verdad, -pero toda la verdad!- y estar en condiciones de narrarla con palabras precisas, veraces y de fácil asimilación por el lector.
Finísimas gotas de cristalino liquido se desprenden desde el firmamento en forma tediosa y pertinaz, paralizando la vida citadina y sumiendo a la población en una ansiosa avidez por conocer y palpar todo cuanto sucede allá afuera, en el ámbito de los dominios y el desplazamiento de Emily, voluptuosa y casquivana tormenta con nombre de mujer que, sin llegar a huracán, tiene metido en cintura a todo el arco antillano y ha puesto a temblar a más de un funcionario y expertos en desastres y operativos de emergencia.
La bruma del recuerdo, por momentos, extiende un manto difuso sobre hechos y situaciones, permeando el surgimiento de interpretaciones acomodaticias que dan pie al desarrollo de abominables aspiraciones de redituar ‘eras’ y periodos luctuosos felizmente superados gracias al tesón y heroísmo del pueblo dominicano. El veneno que corre por las venas de los herederos de La Bestia les induce, de cuando en cuando, a levantar solapadamente las cabezas, bajo el discreto e inocuo manto de un inocente y casual encuentro social, la puesta en circulación de una ‘inofensiva’ obra de recuerdos familiares que gracias a la torpeza y la confabulación de algunos hubo de ser premiada (?), y, más recientemente, en derroche de insolencia y provocación se nos muestran, tal cual son, pretendiendo difundir su proterva ideología a través de espacios mediáticos, museos y entidades partidarias o aprovechando las ventajas de la participación activa en la vida social, apelando a derechos y prerrogativas que la dictadura por la cual aún suspiran nunca jamás permitió ni respetó.
Una hilera interminable de espigadas plantitas de guandules en pleno crecimiento, flanqueadas de cerca por espinosos penachos de zábila que a manera de guardianes acompañan a las primeras, bordean en toda su extensión el acogedor recinto que, cual paraíso soñado, recibe alborozado y con las puertas abiertas de par en par a todo aquel que se adentra en busca del ansiado contacto con la naturaleza, por los predios de la Reserva Eco-Cultural (de) El Guanal, a escasos kilómetros más allá de Sabaneta -Santiago Rodríguez-, viajando hacia el oeste, en tierras de la bravía y ardiente, pero siempre acogedora Línea Noroeste, en la Republica Dominicana.
Como repique de tambores que se desparrama por todo el entorno y se multiplica entre los bosques y serranías de la cordillera, así vemos llegar los ansiados chubascos tempraneros con que el mes de Mayo irrumpe en escena, anunciando el fin de la sequía, un respiro para las siembras y los auspicios de prometedoras cosechas.
por eso brilla en el cielo de nuestra linda Quisqueya”.
Josián Espinal –Decimero-; Sabaneta.
La veo en mis recuerdos, en el ámbito de la Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD-, en afanosas diligencias en pro de la publicación del que habría de ser el primer escrito a su firma, dedicado a resaltar la memoria del más digno exponente del militar de formación avanzada y mentalidad progresista en la historia dominicana: su ilustre esposo, el coronel Rafael Tomás Fernández Domínguez, caído a destiempo, a pocos días de iniciada la contienda bélica de Abril de 1965.
"… ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? …" Sermón de Montesinos –Fragmento-.
Hace unos días tuve el inmenso placer de compartir por unos momentos en Dajabón con el sacerdote católico Regino Martínez Bretón, en una visita informal que cursé a las instalaciones de Solidaridad Fronteriza, organismo de trabajo comunitario dependiente de la Orden Jesuita en la República Dominicana. Una extraña sensación de curiosidad y admiración rondaba por mi mente al estrechar con fervor las manos de este personaje de leyenda, que ha peleado las mil batallas en defensa de los oprimidos de mi tierra, sigue adelante en la carrera y ha guardado la fe sin transigir ni un ápice en los principios que guían su apostolado religioso y social.
Sus ojillos vivaraces –ventanas abiertas del alma- se inundan por momentos, posesionados de esas flamígeras llamaradas que dominan las mentes inspiradas de algunos privilegiados a quienes la vida les deparó el sagrado deber –y el placer- de expresar el sentir de los demás, conjugando en esa tarea la calidad, la candidez y la contundencia de la labor social en defensa de la comunidad. Las limitaciones para expresar lo que siente y el resabio interior por no poder articular por sus propios medios las emociones que de seguro siente al saberse depositario de la profunda admiración y respeto de quienes hemos acudido como el alumno ante el maestro, en busca de abrevar en la infinita sapiencia acumulada en tan rico manantial, le inducen, a ratos, a proyectar una imagen que pudiese confundir al entrevistador. Sin embargo, viejas añoranzas con viñetas de ancianidad, similares o parecidas, nos transportan a recuerdos en la etapa final de la existencia de mi abuelo, y con ese toque mágico de ternura podemos, entonces, armarnos de valor para asumir, con la solemnidad que requiere el caso, una amena conversación con el decimero Juan Antonio Espinal –Josián- y su adorable e inseparable esposa Teresa de Jesús Pérez Domínguez, en un apacible y acogedor rincón campestre con toques de paraíso ubicado en la comunidad de El Guanal, en la provincia Santiago Rodríguez.
De sobra conocíamos su obra: Cómo no saberlo si desde hace mas de 6 décadas ha ido dejando la impronta de su arte repentista, satírico y jocoso, valiente, combativo y veraz, en todos los espacios en donde ha logrado filtrar las atinadas y contundentes décimas, que nacieron con él, como parte del andamiaje cultural de una región y una época y que desde ya podemos augurar que serán, por siempre, parte integral del patrimonio del pueblo dominicano?
La guerra restauradora había dado inicio con el izamiento de la bandera tricolor en el punto más alto del Cerro Capotillo y sus efectos multiplicadores se diseminaban como reguero de pólvora por los encrespados cerros y las llanuras pobladas de cayucos y guasábaras de la Línea Noroeste. El arrogante Brigadier español Manuel Buceta, quien con sus perversas acciones en territorio dominicano aportó un superlativo al concepto de maldad, se batía desesperadamente en retirada, procurando llegar hasta Santiago, en donde las fuerzas hispanas mantenían, aún, el control de la situación. En una sucesión de escaramuzas, esporádicos combates y abruptas retiradas, en las que los triunfos y derrotas corrían parejos en ambos bandos, el malazo de Buceta pudo llegar a duras penas, alicaído, con menguadas energías y con penoso semblante, hasta la zona de Guayacanes, a los predios conocidos como la Sabana de Los Chávez, regenteados por una insigne familia que ostentaba ese apellido y que, a la postre, gozaba de mucho respeto y estima en la región.
El empuje de su juventud en ciernes, constituye el acicate que guía sus pasos y les permite abrirse camino por senderos poco frecuentados por joven alguno, en el pasado. El coraje y optimismo que llevan por herencia, como la sangre hirviente que corre por las venas de cada hombre y mujer provenientes de la Línea Noroeste, marcó sus destinos, estampando tempranamente en sus frentes la marca luminosa de todo aquel que se destaca, teniendo el decoro y la honestidad como norte, en actividades que les proyectan a ellos mismos como ejemplo a imitar en sus comunidades y llenan de orgullo a familiares, amigos y compueblanos.
“ … el dolor de la despedida, arrebatada por las oscuras sombras del poder”; GG
Hace unos años publiqué un relato en el que hago mención de luchas, abominaciones y martirologios que tuvieron como escenario el territorio de la Provincia Dajabón, en la etapa felizmente superada de la dictadura ilustrada de los ‘Doce Años’ (1966-1978) encabezada por Joaquín Balaguer en la República Dominicana.
Dicho escrito, elaborado con los artificios de la realidad-ficción, hace un enfoque, más o menos aproximado, de lo que ha sido posible desentrañar en relación al apresamiento-encarcelación-asesinato del dirigente político de filiación izquierdista Henry Segarra Santos, a fines de julio de 1969, hecho que, a partir de los informes presentados y evidencias halladas en el curso del proceso investigativo, fue perpetrado en el interior de la Fortaleza Beller, de Dajabón, en una criminal acción dirigida personalmente por el comandante de dicho recinto carcelario, José Demetrio Almonte Máyer -un nefasto y sanguinario personaje de ingrata recordación en toda la región, por su arbitrario comportamiento-, quien, a todas luces, actuaba movido por ‘órdenes superiores’ provenientes de los entretelones del poder, enquistados en la ‘silla de alfileres’ del gobierno balaguerista de entonces.
Además de resaltar la templanza, la convicción, las altas dotes dirigenciales de Henry Segarra y el inmenso significado de su entrega a la causa de los desposeídos del mundo y de manera especial a los campesinos sin tierra de El Pino, dicho relato constituye un homenaje a la abnegación y valentía demostrada por la esposa del citado dirigente político del Movimiento Popular Dominicano –MPD-, quien, unas veces junto a la madre de éste, otras en compañía de periodistas, representantes judiciales, de entidades progresistas, gremiales y comunitarias, y las más de las veces sola, desarrolló una enconada, tenaz y consistente campaña de denuncia y reclamo ante la opinión pública nacional e internacional en reclamo del esclarecimiento de la sospechosa e inquietante ‘desaparición’ de su consorte.
El repentino chasquido que hiende el espacio y paraliza a los numerosos grupos de contertulios que abarrotan los balcones, frentes de las viviendas, locales comerciales, aceras y un amplio trecho de la vía, anuncia, como señal de advertencia, que se acercan los dueños de la calle, para escenificar, ante el asombro de algunos y el terror de otros, el temible duelo entre el bien y el mal, la audacia y la resistencia, la arrogancia y la terquedad. Estamos en presencia del eterno enfrentamiento de los ‘Toros’ y ‘Civiles’, de Monte Cristi, y ante la declaración de guerra, simbolizada por el temible látigo de hebras de cabuya trenzadas que restalla con insistencia y provocación, de inmediato cede la gente el escenario y forman un redondel, en cuyo centro quedan apostados, frente a frente, y en actitud agresiva, los decididos contendientes.
Como cada 6 de Enero, un bullicio ensordecedor irrumpe en la apacible comunidad rural de Pueblo Nuevo, Loma de Cabrera, arrastrando a su paso a familiares y extraños, quienes de improviso quedan envueltos en la celebración de un significativo encuentro que aumenta de año en año, tanto en cuanto al número de participantes como en el esmero y la disposición desplegada por los cabezas de familia y, de manera especial, por los organizadores principales.
Éramos –como podría explicarlo?-, un abigarrado grupo de jóvenes con el mundo a nuestros pies y una intensa vida por vivir. Y estábamos allí, en Mao, la ciudad de las jornadas heroicas en el proceso independentista y la Restauración de la República. Aquella que surgió como centro poblacional a consecuencia de las devastaciones de la ‘banda norte’ en los años 1605 y 1606; la que hubo de parir a los gallardos jóvenes del ‘Batallón Entre Ríos’, que dieron sobradas pruebas de coraje, audacia y valor en diferentes etapas de la vida republicana. Esa que fue ejemplo de la dignidad, de un pueblo que asumió la defensa de la Patria, pagando el alto costo de la inmolación, al enfrentar, en La Barranquita y a las órdenes de Carlos Daniel Grullón, con reducidos pertrechos, bravura de leyenda y un aguerrido ejército de abejas como aliados, a la abusiva injerencia de un país invasor.
‘ … Te escribo a puño y sangre, ahora con la sangre de Cristo,
la que no miente, la misma que pinta las rojas cayenas,
aunque no salga de mis venas’. ( FCH ).
Tienen, algunas personas, la capacidad creativa de atrapar un instante de la vida, con el encanto y el colorido que ofrece la naturaleza y plasmar en el lienzo detalles sublimes, de profundo significado vivencial, que nos hacen remontar tiempos, distancias y edades y regresar, indefectiblemente, una vez más, a nuestras raíces.
Gente como ésta de la que hablo ahora cuentan con la habilidad de poner ante los azorados ojos de un impenitente husmeador de las redes digitales, como yo, todo el encanto y la magia de unos trazos inconfundibles de cayenas, con un impresionante manejo de tonalidades rojas, verdes y amarillas, que nos transportan a recuerdos imborrables, de experiencias infantiles, en el regazo de Vitalina, bajo el brillo enceguecedor del amplio patio sembrado de ‘Sangre de Cristo’ - como se les conoce, también -, junto a jazmines, lirios y rosas silvestres, entre otras.
1. Adj. lit. Díc. del género de poesía o composición poética que canta la sencillez de la vida campestre. Teócrito es considerado su creador y Virgilio su máxima figura y modelo para los autores de la Edad Media.