"… ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís? …" Sermón de Montesinos –Fragmento-.
Hace unos días tuve el inmenso placer de compartir por unos momentos en Dajabón con el sacerdote católico Regino Martínez Bretón, en una visita informal que cursé a las instalaciones de Solidaridad Fronteriza, organismo de trabajo comunitario dependiente de la Orden Jesuita en la República Dominicana. Una extraña sensación de curiosidad y admiración rondaba por mi mente al estrechar con fervor las manos de este personaje de leyenda, que ha peleado las mil batallas en defensa de los oprimidos de mi tierra, sigue adelante en la carrera y ha guardado la fe sin transigir ni un ápice en los principios que guían su apostolado religioso y social.
Viéndole así, taciturno, apacible y hasta con cierto esbozo de timidez en la conversación, resultaba difícil reconocer en la persona que teníamos en frente al empecinado e indoblegable conductor de incontables jornadas en defensa de los humildes habitantes de esta frontera nuestra tan marginada, vilipendiada y discriminada por los poderosos, funcionarios de pacotilla, politiqueros y seudo-nacionalistas que nos gastamos.
La mansedumbre de su rostro no le impidió disimular el carácter escrutador de su mirada. De seguro que la brega continua con toda clase de gente ha despertado en él la desconfianza ante algunos demagogos y ‘mercaderes de ilusiones’ con quienes debe compartir a diario, en razón de sus funciones al frente del citado organismo y esa cualidad le impele a prevenirse antes de soltar prenda y confesar inquietudes que, a la postre, pudiesen caer en saco roto o, en el peor de los casos, ser objeto de tergiversaciones y manipulaciones o ser tomadas ‘fuera de contexto’.
Tiene elevada estatura y apariencia juvenil; Exhibe, por lo general, finos modales, un hablar pausado y un buen humor que le asemeja a un escolar; Y, a pesar de las serias y delicadas encomiendas que pesan sobre sus hombros, en sus actuaciones siempre prevalece la calma y ecuanimidad que permitió a grandes líderes de la humanidad como Mahatma Gandhi y Martin Luther King impactar en el seno de las masas y cambiar, con su ejemplo, el curso de la historia.
Parafraseando una regla de oro de la estrategia en el accionar político, este cura ha sentado cátedras en el ámbito de la frontera dirigiendo los reclamos y reivindicaciones sociales con razón, con ventaja, … y sin sobrepasarse!!
En representación de la orden jesuita en República Dominicana ocupa la máxima dirección del centro Solidaridad Fronteriza, entidad que sirve de mecanismo de orientación y asesoría a infinidad de grupos comunitarios, campesinos, centros de madres y gremiales, entre otros, así como al Servicio Jesuita a Refugiados y Migrantes (SJRM), tomando en consideración el papel predominante de la problemática migratoria en el país y de manera especial en la zona fronteriza, en donde cada día se violan de manera inmisericorde e inhumana los derechos de las oleadas de ciudadanos provenientes mayoritariamente de Haití, quienes acuden a nuestra tierra en busca de fuentes de trabajo o escapando de la represión generada en los conflictos socioeconómicos que sacuden a esa hermana Nación
En el duro batallar en pro de hacer valer el derecho de las masas desposeídas -entre los que se cuentan de manera preponderante los campesinos sin tierra, organizaciones de base que luchan por el logro de reivindicaciones sociales y de índole municipal y aquellos que han hecho del comercio de ropa, enseres del hogar y bienes de consumo, su modus vivendi-, el padre Regino ha hecho una cruzada en la que se ha entregado en cuerpo y alma, lo que le ha llevado a protagonizar un viacrucis en el que ha puesto su vida en juego en más de una ocasión y de paso se ha granjeado la incomprensión, el desacuerdo y la inquina de algunos sectores que difieren de la metodología atípica y apasionada con que el sacerdote jesuita asume la cruda realidad de su labor religiosa.
Y es que, lejos de la apacible quietud y tranquilidad de los claustros, la seguridad que disfrutan quienes se escudan en los hábitos y los púlpitos -sin involucrarse, innecesariamente, en reclamaciones sociales-, y el conformismo que podría derivarse de padecer los sufrimientos de este mundo en pos de asegurar la gloria eterna, Regino es de los conductores de almas que prefieren educar con el ejemplo, y en esa labor no para mientes a la hora de empuñar el machete o la azada para impulsar una siembra junto a sectores campesinos, arrancar alambradas en terrenos ociosos detentados ilegalmente por terratenientes inescrupulosos -reivindicando así el credo de que la tierra es de quien la trabaja-, amanecer en actitud vigilante en defensa de los reclamados predios y, en caso extremo, asumir con dignidad y decoro las consecuencias legales que de dicha acción se derivaren, fuesen estas la detención, el encarcelamiento o el ultraje, hasta llegar a la incomprensión de algunos faltos de fe.
Regino Martínez llegó a la frontera en pos de un ideal. Decidió, tempranamente, reivindicar la defensa de los pobres, de los golpeados, discriminados y vilipendiados. Entendió que, a veces, el poder de la palabra debe estar acompañado de la contundencia de la espada, y haciendo una simbiosis del ejemplo del Divino Maestro cuando, a fuerza de latigazos, expulsó de la santidad del templo a los impíos, mercaderes y cobradores de impuestos, ha empuñado el fuete y con la contundencia de este instrumento de uso tan común en la Línea Noroeste y su verbo, a veces incendiario, de manera frontal ha azotado y desenmascarado a los macuteadores, extorsionadores y vividores que a diario abusan de los campesinos, vendedores y trabajadores de diversa índole que tienen a la frontera como el espacio natural para ganarse honradamente el sustento.
Y esta misión la ha asumido sin importar para ello aspectos tales como la nacionalidad o la tonalidad de la piel de sus defendidos, porque, al fin y al cabo, según predica el Evangelio todos somos iguales ante los ojos de Dios.
Con Regino pueden tenerse diferencias procedimentales o coyunturales sobre tal o cual aspecto de los muchos que ocupan la atención en la problemática socioeconómica que caracteriza la vida en la frontera, sin que ello haga mella en su alta vocación de servicio, su entereza y su entrega sin límites a la lucha en defensa de los oprimidos. Puede diferirse de él en aspectos ideológicos o de índole religiosa y, en ocasiones, hasta se podría cuestionar su sentido de prioridad al colocar en una balanza las aspiraciones supremas del campesinado por detentar una franja de terreno, cuando éstas entran en contraposición con el interés de preservar el patrimonio ecológico e histórico de la Nación, como sucedió con el proceso de adjudicación de los terrenos circundantes al histórico cerro Juan Calvo, en las cercanías de Dajabón, para ser dedicados a usos agrícolas y las ulteriores consecuencias negativas para la ecología de la zona, derivadas de este hecho.
Sin embargo, estos aspectos jamás podrán borrar el profundo valor del apostolado desarrollado por este insigne e incansable luchador en la frontera, unas veces prevalido de su investidura como prelado jesuita y otras tantas como simple ciudadano preocupado por la suerte de sus semejantes que día a día aportan sus nobles esfuerzos en beneficio de sus familias y el engrandecimiento de la Nación.
Regino llegó a Dajabón en los años 80’s a ejercer su labor sacerdotal proveniente desde su pueblo natal de Licey (Santiago de los Caballeros), recién salido del Seminario y otros centros académicos del país y del extranjero en donde desarrolló sus estudios teológicos; Desde su llegada hasta el presente su figura ha pasado a ser parte de la cotidianidad provincial y regional, su voz ha estado presente en todas y cada una de las luchas sociales desarrolladas en la región en las últimas tres décadas y su actitud indoblegable se ha hecho sentir, con estatura de gigante.
Sin lugar a dudas, Dajabón no sería lo mismo sin este Padrecito; Y, según he podido entrever, Regino ya no puede vivir sin Dajabón, porque sus raíces están enterradas muy profundamente, como los añejos mangales de la región, en el fondo del corazón de la gente humilde que le quiere, le venera y le defiende hasta la muerte.
Ojalá cada pueblo de la frontera domínico haitiana tuviese un defensor intransigente e incorruptible como el sacerdote jesuita Regino Martínez, tal y como lo tenemos los dajaboneros!
Santo Domingo, Abril 9, 2011.
! Que bien!
ResponderEliminar