Por Sergio Reyes II.
Manejan con pericia y autoridad sus familias, propiedades, ocupaciones o negocios. Pelean con astucia, con maña y con arrojo cuando el caso lo demanda. Y en tiempos de paz, entierran la lanza en el monte y brilla al sol el filo del machete, dedicado a las faenas del surco redentor. Y duermen con un ojo cerrado y el otro abierto, … por si acaso!
Cimentan en diferentes modalidades de juegos o en las puntiagudas espuelas de gladiadores alados sus más profundas expectativas terrenales y cubren sus espaldas bajo el manto protector del curandero y demás ‘curiosos’ y consejeros en asuntos del alma, que hacen las veces de intermediarios mesiánicos de poderes más elevados, en los que descansa la fe y la espiritualidad.
El sostenido y acompasado grito del tambor, el gangoso y melancólico anuncio del acordeón y el chillón e inconfundible raspado de la güira enervan su espíritu y le trasladan de inmediato por senderos de sensuales danzas, historias y remembranzas, en un agitado tropel de la hirviente sangre, corriendo por las venas como rio desbocado.
Y la presencia latente de la Mujer -en todas las versiones posibles y sin importar el status o condición-, como complemento necesario, ineludible, obligatorio, para compartir los afanes y emociones del día a día, alegrar la existencia y reproducir la especie.
Son los hombres de la Línea Noroeste y la Frontera Dominicana. Los de ayer y los de hoy. Amantes del trabajo y respetuosos de la palabra empeñada. Espirituales y apegados al simbolismo de lo sobrenatural; devotos de la familia, patriarcas comunitarios; Galantes, respetuosos, incapaces de ofender. Solidarios y abnegados; fieles a la Patria hasta la inmolación y guerreros a toda prueba cuando el caso lo requiere. Asiduos a los tragos, los gallos, el juego y la diversión.
Aferrados, hasta niveles extremos de locura, a una ilusión escondida tras el insondable laberinto de los ojos de una mujer; aún a riesgo de quedar envueltos en las llamaradas de la propia obcecación, para luego ofrendar a las ondas del viento las cenizas que quedaren como aleccionador tributo a la posteridad.
Son, ya lo he dicho, los hombres de la Línea Noroeste y la frontera dominicana.
(Por lo menos, así eran los de enantes!!)
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