Los restos mortales de José Saramago fueron incinerados ayer, domingo 20 de junio del 2010, en una emotiva ceremonia en el cementerio del Alto de San Juan de la capital lusa a la que asistieron los familiares del Nobel y numerosos amigos, intelectuales y autoridades lusas.
El ganador del Premio Nobel de Literatura en 1992, falleció el pasado viernes 18 de junio, a los 87 años a causa de una leucemia crónica. Murió junto a su mujer en su casa de Lanzarote tras pasar una noche tranquila.
Tras un funeral en la capilla ardiente instalada en el Ayuntamiento de Lisboa, donde el féretro del escritor fue visitado desde el sábado por miles de personas, su cortejo fúnebre recorrió el centro de la capital entre los aplausos de las muchas personas que acudieron a darle un último adiós.
En la ceremonia de cremación, la esposa de Saramago, Pilar del Río, afirmó que ha muerto "un hombre bueno, una excelente persona y un magnifico escritor" y agregó, al resaltar la huella que deja en todos los corazones, que sólo deben llorar hoy "quienes no le conocieron".
El ataúd de Saramago, cubierto con la bandera portuguesa, entró al crematorio en medio de una ovación de más de diez minutos de los centenares de personas que se agolpaban ante sus puertas y que le arrojaron claveles rojos, el símbolo de la Revolución portuguesa del 25 de abril de 1974.
La hija de Saramago, Violante, y otros familiares y amigos del escritor asistieron a la ceremonia, en la que, al igual que en el funeral previo en el Ayuntamiento, hubo también autoridades e intelectuales españoles.
Además de los editores hispanos de Saramago, varias personalidades de la cultura y la política acudieron a despedir al Nobel desde España, donde falleció el viernes el escritor, a los 87 años de edad, en su casa de la isla canaria de Lanzarote.
La vicepresidente del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, que encabezaba la delegación oficial, hizo un breve discurso de homenaje a Saramago en la ceremonia del Ayuntamiento. Y la ministra española de Cultura, Ángeles González-Sinde, acudió ayer a Lisboa para recibir los restos mortales del escritor.
La ministra ensalzó en la ceremonia fúnebre la aportación del Nobel a las letras portuguesas y universales y la herencia que deja no sólo por su profunda huella literaria sino por su defensa permanente de los valores humanos.
No obstante el PSD, bajo uno de cuyos Gobiernos se produjo, en 1992, la polémica por "El evangelio según Jesucristo" de Saramago que le llevó a trasladar su residencia a España, envió una delegación oficial a los actos fúnebres y Cavaco ensalzó la obra del Nobel en un comunicado en el que lamentó su muerte.
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