Por Sergio Reyes II.
El repentino chasquido que hiende el espacio y paraliza a los numerosos grupos de contertulios que abarrotan los balcones, frentes de las viviendas, locales comerciales, aceras y un amplio trecho de la vía, anuncia, como señal de advertencia, que se acercan los dueños de la calle, para escenificar, ante el asombro de algunos y el terror de otros, el temible duelo entre el bien y el mal, la audacia y la resistencia, la arrogancia y la terquedad. Estamos en presencia del eterno enfrentamiento de los ‘Toros’ y ‘Civiles’, de Monte Cristi, y ante la declaración de guerra, simbolizada por el temible látigo de hebras de cabuya trenzadas que restalla con insistencia y provocación, de inmediato cede la gente el escenario y forman un redondel, en cuyo centro quedan apostados, frente a frente, y en actitud agresiva, los decididos contendientes.
Y se enfrentan por turnos, en duelo frontal, con coraje y temeridad que viene a ser, en cierto modo, un acto de sadomasoquismo con el que se hace galas de insensibilidad y desprecio al dolor, en aras de vencer la resistencia del contrario, hacerle rodar por el suelo o, en un caso extremo, lograr la rendición, sin condiciones, de aquel.
Blandiendo un remedo de látigo confeccionado con fibras de cabuya tejidas en forma de alargadas trenzas y teniendo como insensible testigo al candente sol de la Línea, se lanzan al ruedo, haciendo homenaje a deidades guerreras cuya herencia ancestral corre como rio desbocado en las venas de los contendientes y el trallazo que restalla una y otra vez y se expande en el amplio espacio circundante es apenas el preludio del lacerante dolor que habrá de provocar al tocar con sus zigzagueantes lengüetazos algunos puntos de la espalda, hombros, glúteos, brazos y piernas del gallardo e indolente ‘Toro’ que, cubierto el rostro con una careta de lechón y ataviado con múltiples vestimentas de encendidos colores y trapos de tejido grueso, reforzados con cartones a manera de coraza defensiva, asume la resistencia y defensa de la posición, sin dar un paso atrás y sin demostrar debilidad, y , lo que es más aún, retando y provocando continuamente al otro a continuar en el inmisericorde asedio y golpeo.
Más adelante y a intervalos llegará el turno para que el ‘Civil’ demuestre su valor, resistencia y temeridad, ante una andanada parecida, la que habrá de enfrentar contando apenas con su agilidad y audacia para eludir o atenuar la contundencia del lacerante impacto dejado por los fuetazos en su cuerpo.
Con el torso semidesnudo y una resuelta y permanente actitud retadora, resiste el vendaval de golpes ante la mirada expectante de lugareños y visitantes que se dan cita, como cada año, en este versátil, vigoroso y crudo carnaval de la Línea Noroeste.
Y ambos llevarán, estampadas para siempre en sus cuerpos, las cicatrices que a manera de trofeos exhibirán a donde quiera que vayan y en el futuro alimentarán historias de andanzas y hazañas para dormir a los nietos.
Un contagioso ambiente de algarabía domina por doquier en la amplia avenida en donde se escenifica la muestra de carnaval. La circulación lineal, en una sola dirección, garantiza que el multitudinario público apostado en las aceras, a ambos lados de la calle, disfrute del espectáculo a toda plenitud. De manera incesante desfilan las comparsas, los enmascarados, gente ataviada con disfraces de todas clases, haciendo alegorías de situaciones de la vida diaria, parodias, satirizaciones del ambiente político y en fin, todas aquellas cosas con las que el ciudadano común y corriente asume la realidad de su presente, del medioambiente cultural, su forma de ver la vida y la muerte y, por sobre todo, el enfoque sociológico del mundo que le rodea, la Ley y la Justicia, los gobernantes y figuras públicas, aprovechándose de este ingenioso medio de expresión libérrima del pueblo, que es , a la vez, un mecanismo de denuncia, para criticar lo incorrecto y un ingenioso medio de difusión para proyectar y difundir ideas, criterios e ideologías.
Una aparatosa figura, atiborrada de accesorios y blandiendo en sus manos un multicolor paraguas, se hace dueña del escenario, en base, más que nada, a la gracia y salero de que hace galas mientras se desplaza por la calzada. Su protuberante anatomía, en la que se han exagerado al máximo los pechos y glúteos para causar hilaridad, acompañada de una coqueta sonrisa que hace las delicias de los parroquianos, nos pone en aviso de que estamos ante la presencia de ‘Robalagallina’, ese personaje femenino tradicional del carnaval dominicano que está presente en las muestras culturales de casi todo el país y que tuvo en el montecristeño José Datt (qepd) la máxima expresión de calidad e histrionismo y, sin lugar a dudas, su más impecable caracterización.
Entre risas, besos al aire, emotivos y chispeantes piropos que le han sido prodigados por los efusivos admiradores del personaje, sigue adelante en la ruta obligada, con un ondulado caminar y repentinos giros de carrusel que aumentan su candor y coquetería, envuelto en colores, cintas, lentejuelas y, como es natural, con el colorido paraguas que no cesa de girar.
De repente, un sinnúmero de vistosas comparsas en las que prima la música y una ensayada y sincronizada coreografía, acaparan la atención del público. Hermosos y delicados trajes constituyen el disfraz principal de los integrantes de la muestra pero por encima de todo se destaca el curioso detalle de la confección de las caretas con que estos cubren su rostro.
Con una especie de híbrido zoomorfo, que incluye en su elaboración detalles que evocan abejas, caprinos y batracios los maeños y demás integrantes de la laboriosa y heroica provincia Valverde le han regalado al carnaval un nuevo personaje que evoca las luchas nacionalistas en defensa de la soberanía nacional, libradas en la batalla de La Barranquita, en donde los patriotas usaron colmenas de abejas como barricadas para repeler el avance de las tropas invasoras estadounidenses, en 1916. Los cuernos de chivo de inmediato traen a la mente al conocido rumiante de consumo tan apreciado en la República Dominicana, cuya crianza forma parte del sustento de muchas familias; y finalmente, con los ojos saltones y otros elementos propios de la piel y la conformación del cuerpo de los batracios, la careta hace honor a la variedad de sapos introducidos en el país y la región, por la familia Bogaert, a comienzos del siglo XX, para combatir las plagas de insectos en los campos arroceros, y que ha sido, desde entonces, un elemento fundamental para el desarrollo agrícola y parte integral del ambiente y la ecología de nuestros campos.
Con sus bailes sincronizados, sus hermosos trajes y el envolvente ritmo que les acompaña, siguen adelante las ‘Abechisas’, para dar paso a las ‘cuevas’ de Sabaneta, nombre genérico con el que se hacen llamar los diferentes grupos carnavalescos de la provincia Santiago Rodríguez, que acuden a la celebración en vistosas carrozas, adornadas con creativos diseños y luciendo la belleza de la mujer serrana y los elementos más emblemáticos de la economía, la cultura y las tradiciones que caracterizan el folklor de esa pujante provincia ubicada en el centro de la Línea, a todo lo largo de la ladera norte de la cordillera Central.
Como todos los años, los Sabaneteros asisten al carnaval con grandes comparsas auspiciadas por entidades del comercio local, instituciones estatales, agrupaciones de residentes en el exterior, personas y organismos privados, y, en algunas ocasiones, por los propios moradores, que representando a sus barriadas y caseríos de origen, asumen la organización y financiamiento de sus propias carrozas y/o grupos.
Tradicionalmente las ‘cuevas’ de Los Estebanas, Los Flecos, Los Temerarios, Los Intocables, Las Chivas y Los Clásicos, se han disputado el aprecio y la simpatía del público, basados, más que nada en su originalidad y versatilidad, así como en el argumento y ambientación del tema usado como base para el montaje de las comparsas. Junto a estos y al igual que en las demás provincias, se presentan las caracterizaciones individuales de personajes pintorescos del pueblo, con los que la gente común asume una postura crítica, satírica o de censura ante diferentes aspectos del acontecer social.
Sigue llegando la gente en procura de disfrutar el desfile, darse un ‘baño de pueblo’, compartir con amigos de antaño y rememorar anécdotas y andanzas. El desfile continúa incesantemente, la algazara inunda los ánimos e insufla el alma. Potentes altoparlantes reproducen hasta el paroxismo los temas musicales de moda, interpretados por los grupos artísticos que acompañan a las diferentes carrozas y comparsas, entre los que priman las agrupaciones bachateras y de merengue típico intercalados con el llamado ‘merengue de calle’ que, por lo que se observa, ha calado de mas en mas en el gusto de la juventud y en algunos entrados en años que se resisten a dejarse arrastrar por la modorra y las nieves en las sienes.
Sin embargo, por encima de estas valoraciones, un estribillo que ha hecho historia en el folklor popular, se deja sentir y es tarareado sin menoscabo entre grandes y chicos, hombres y mujeres. Es aquel que llama a todos a bailar en la calle, de noche y de día, compartiendo esperanzas, afectos, inquietudes y disfrutando del inmenso tesoro de la vida en alegría. Un ícono del arte popular dominicano y una gloria de la Línea Noroeste, lo hizo popular hace más de tres décadas y desde entonces se ha constituido en el principal tema de carnaval dominicano, ya sea en las provincias, en la capital del país o en cualquier lugar en donde se escenifiquen montajes de esta desbordante fiesta popular.
Es oriundo de Loma de Cabrera, quien lo canta, y para más señas lleva el nombre de Fernando Villalona, el ‘Mayimbe’, ‘el niño mimado’ y otros epítetos más que tiene bien ganados, gracias al carisma y el aprecio mutuo que prevalece en el trato con su gente, a todo lo largo de su carrera.
Y bailando, precisamente en la calle, con un fabuloso despliegue de trajes de fantasía que evocan de inmediato motivos marinos, corales, figuras mitológicas y el majestuoso reino vegetal, con sus valles y montañas, ríos, llanuras y la exuberante agricultura de la región, irrumpen las comparsas representativas de la provincia Dajabón y sus diferentes municipios.
La delicadeza en la confección de los trajes, la creatividad en los motivos y accesorios y la coquetería que adorna a las preciosas damiselas que encabezan las comparsas de esta dinámica provincia enclavada en plena frontera dominico haitiana llenan de emotividad a la bulliciosa celebración.
Los prolongados aplausos provenientes del público encienden la algarabía de la celebración y al elevarse la ovación hasta el infinito, nos embarga la sensación de que este apoyo en cierto modo es un tributo póstumo y un homenaje de recordación a Chuchi Ramírez, ese inolvidable folklorista, animador cultural y artesano dajabonero fallecido a destiempo, quien con su creatividad y entusiasmo dedicó casi toda su vida a crear personajes, caretas, coreografía, escenografía y vestimentas, para dotar al carnaval de su pueblo de una identidad propia e inigualable y que, en sus años, le llevó a cosechar innúmeros triunfos, entre ellos el de haber obtenido en representación de la provincia el Premio Nacional del Carnaval de Santo Domingo 1988, con una comparsa de la que fue responsable hasta de los más mínimos detalles.
Y con Chuchi en el recuerdo y junto a un sinnúmero de compueblanos, visitantes, folkloristas, amigos de antaño que residen en el exterior y están de paso con motivo de la celebración, representantes de las diferentes entidades culturales que promueven durante el año y organizan el desarrollo del carnaval en las diferentes provincias de la Línea Noroeste, periodistas que cubren el evento y fotógrafos que andan a la caza de gráficas y escenas memorables para atesorar en el recuerdo, nos envolvemos en este libérrimo y democrático ‘baño de pueblo’, para celebrar, sin falsos pudores ni mojigaterías, ésta sana diversión de nuestro pueblo.
Estamos en la Línea Noroeste: es tiempo de carnaval; Agarre el fuete y su careta y vamos todos a disfrutar!!
Enero 22, 2011.
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