Por Sergio Reyes II.
La memoria, haciendo las veces de ancla, nos mantiene apegados a nuestras raíces, en un torbellino de nostalgias y añoranzas que se cuela como polizón en la maleta del viajero, le acompaña a todos los lugares a donde el destino le arroje y le reclama o le sugiere un respiro, un receso o una vuelta atrás, al lar nativo, al inolvidable terruño donde quedaron enterrados los viejos troncos del clan familiar mientras otros permanecen, todavía, de pie y oteando mas allá del horizonte, a la espera de la redención.
Guardados en un remoto lugar, en lo profundo del pecho, subyacen las evocaciones de años idos, de travesuras y bellaquerías cometidas al albor de la adolescencia por chiquillerías compelidas por la simple y sencilla urgencia de la diversión. Y flotan también, como volutas de humo agitadas por el viento, los recuerdos de encuentros festivos, reuniones sociales o eventos pueblerinos, propicios para el nacimiento y consolidación de amistades, enlaces amorosos o relaciones furtivas, de esas que apenas duran una noche y permanecen para siempre en la memoria del individuo.
Evocaciones de esta clase, matizadas por una poderosa carga emocional que nace de las fibras sensitivas del ser humano en un derroche intimo de sinceridad, brotaron como río desbocado en la reciente visita de un conglomerado de compueblanos que regresaban al lar nativo a participar de las Fiestas Patronales del Rosario 2011, en Dajabón.
No es mi intención, en esta ocasión, enumerar los preparativos y las diversas actividades realizadas por los comités y equipos de trabajo establecidos en algunos lugares del extranjero, en Santo Domingo o en el propio Dajabón, con anterioridad a la semana de conmemoración de la festividad cívico-religiosa más concurrida en la población fronteriza. Tampoco he de hacer mención del ánimo y euforia que acompañó a los Dajaboneros Ausentes en el desarrollo de la multitudinaria caravana que les hizo atravesar el país y les permitió llegar, a tiempo, para fundirse en un caluroso abrazo junto al grueso de la población que esperaba anhelante la llegada de sus hijos residentes en lugares distantes.
Esas vivencias, al calor del efusivo saludo al amigo de antaño, rememoración de anécdotas matizadas por inocentes travesuras y, como es lógico suponer, la puesta en escena de confidencias sobre enredos y amoríos de larga data, -algunos de poca o ninguna divulgación-, constituyeron el necesario sazón para poner en su punto la velada de recordación protagonizada por dajaboneros de ayer y de hoy en la glorieta del parque Duarte, el Domingo 2 de Octubre.
De las hilarantes anécdotas y geniales ocurrencias desempolvadas en aquella memorable tarde, en un amigable diálogo entre amigos y hermanos, pueden escribirse varios tomos en una apretada selección. Sin embargo, no pretendo extasiarme, por ahora, con esas infidencias.
Quiero hablarles, este día, de una amarga sensación de dolor y desconcierto. De impotencia y abatimiento. De un indescriptible pesar, parecido a lo que se siente al perder a un ser querido. Algo que formaba parte de nuestras vidas y se nos va, para siempre, sin sentido ni razón.
Cosas como estas las vi y palpé, reflejadas en el rostro de muchos compueblanos, algunos de los cuales regresaban luego de una larga ausencia y llenos de añoranzas, al recibir el impacto de la destrucción del antiguo local del Club Ensueño Dajabonero y su sustitución por un adefesio, a medio construir, supuestamente en nombre del progreso y la modernidad.
Para algunos, que se erigen en mandones autocráticos, se burlan del parecer del ciudadano común y disponen a su antojo y conveniencia las directrices a implementar en las comunidades, las manifestaciones de dolor y desaprobación provenientes de la mayoría de los componentes de la amplia delegación de apreciados compueblanos visitantes, podría parecerles insípida e irrelevante. Ellos solo se detienen en asuntos de corte presupuestario, de beneficios, recortes y tajadas. Sus expectativas están cifradas en comisiones y no han de perder su tiempo en asuntos de recuerdos y añoranzas escondidos en el fondo de polvosos baúles atesorados por seniles decadentes.
Esa gente, que echa abajo los lugares emblemáticos del pasado histórico y emocional de Dajabón, en donde se forjaron nuestros sueños y donde se urdieron nuestras aspiraciones mas sublimes, esa gente, que no se detiene a pensar la valoración que tiene para el individuo la preservación de sus recuerdos y añoranzas, esa gente que pisotea impunemente nuestras raíces e identidad cultural, esa gente, que contribuyó -con la conciliación o el silencio cómplice- a la destrucción del local del Club Ensueño Dajabonero, así como lo hicieron antes otros de igual catadura y torpeza, al destruir la Casa Consistorial, antiguo local de la Casa de la Cultura y la Cámara de Comercio, … esa gente no merece estar al frente de cargos de dirección en la administración pública, en esta ni en ninguna otra gestión de gobierno!!
Las amargas palabras expresadas aquel día por los distinguidos compueblanos visitantes, matizadas en algunos casos por una que otra lágrima producto de la indignación e impotencia, al comprobar la veracidad del desatino, hubo de tener un momento de desahogo cuando algunos de los presentes, evocando aires juveniles de años idos, protagonizaron a viva voz una formal protesta, al tiempo que expresaron su disposición de hacer sentir su más enérgica condena en todos los espacios que les sea posible, por la grosera ejecución de este tipo de medidas.
En su momento, cuando éramos apenas un reducido coro de voces peregrinas que intentaba oponerse a la destrucción del antiguo local de la Casa de la Cultura, para dar paso a una edificación de usos múltiples que, entre otras cosas, daría albergue a una funeraria administrada por el Instituto Nacional de Auxilios y Viviendas –INAVI-, nos adelantamos a postular por la defensa y preservación de nuestras viejas y vetustas edificaciones de puro corte provinciano, por entender que estas, además de constituir en si mismas una valiosa expresión del crisol arquitectónico típico de nuestras comunidades, se convierten en un reservorio nostálgico en el que flota la memoria emocional de nuestros padres y de nosotros mismos.
El importante proceso de desarrollo económico por el que atraviesa la población de Dajabón, motivado mas que nada en el movimiento comercial que se deriva del montaje de las Ferias fronterizas, ha dado pie al ensanchamiento del casco urbano, instalación de entidades bancarias y cooperativas, construcción acelerada de hoteles, tiendas, centros de diversión y toda suerte de negocios destinados a atender la avalancha humana que interactúa al tenor de la realización del citado mercado fronterizo.
Ante tal situación, se hace impostergable que se legisle sobre el particular y se tomen medidas de corte municipal tendentes a preservar aquellas estructuras físicas que forman parte de ese tesoro arquitectónico y emocional a que nos hemos venido refiriendo, antes de que, en nombre de un supuesto progreso y desarrollo sean derribadas las pocas edificaciones que aún nos quedan, para dar paso a construcciones ostentosas, adornadas de dudoso corte modernista que no cuentan con la mas mínima identificación con nuestras raíces culturales e idiosincrasia.
A tales fines, se debe proceder a definir los límites del perímetro urbano que ha de ser preservado, estableciendo reglas claras y precisas en aspectos tales como el tipo, la naturaleza y altura de las edificaciones cuya construcción ha de ser autorizada. De igual manera, debe elaborarse un inventario contentivo de las edificaciones (públicas o privadas), lugares, viviendas, estructuras de corte religioso e histórico así como cualquier otro elemento presente en el ámbito de la población, que el buen juicio y el amor a nuestra identidad cultural aconseje preservar.
Ojalá que la nueva edificación levantada en sustitución del antiguo Club Ensueño Dajabonero pueda, en verdad, desempeñar fines útiles que puedan ser aprovechados por las generaciones emergentes y no pase a ser un nuevo templo a la suntuosidad, erigido para complacer la vanidad -y la voracidad- de algunos.
Tomando la palabra a la Asociación de Dajaboneros Ausentes -ADA- (tanto en sus organismos locales como los que funcionan en el exterior), así como a la disposición siempre vigorosa de los directivos de la Casa de la Cultura local y un sinnúmero de intelectuales, articulistas de opinión, personalidades de la vida pública, y compueblanos destacados en diferentes actividades y disciplinas, quienes siempre han dado un paso al frente en defensa de su provincia, pienso que ha llegado el momento de dar la cara por ese pueblo amado, que viaja en la memoria y no queremos perder.
Como dijo una ardorosa dajabonera, cegada por la ira e impotencia que cundió por sus fueros aquel día en que estuvimos de visita por los predios del antiguo Club, ha llegado la hora de hacernos sentir y demostrar que Dajabón tiene quien le duela!
Santo Domingo, Octubre 11, 2011.
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