3 abr 2010
En las caderas de LA VIEJA FEFA, Danzan atrevidas mariposillas de la campiña liniera
Solo hay que verla una vez para quedar prendado de ella; escucharla, conocer de sus propios labios y en el tono franco y desenfadado que le caracteriza las mil y una historias de increíbles vivencias y andanzas que han revestido su vida con ribetes de leyenda. Y, por sobre todo, disfrutar –acompañado, claro está, de una buena pareja- de uno de los contagiosos y encendidos merengues que con virtuosismo sin igual sólo ella sabe interpretar.
Y es que cuando ella empuña el acordeón, la explosiva energía que inunda sus venas brota, como río desbordado y sale a flote convertido en furibundas notas musicales con las que se expresa todo el coraje, el dinamismo y la pasión de la legendaria Línea Noroeste de la República Dominicana.
En sus manos, el acordeón experimenta estertores subliminales y sus prodigiosas pulsaciones arrancan contagiosas tonalidades que crispan el espíritu y nos obligan a seguir el compás. Las descargas emocionales que afloran sin tapujos arropando su vibrante anatomía se asemejan al desbocado tropel de corceles en estampida y la avasallante sensualidad que domina cada espacio de su cuerpo se patentiza en su máxima expresión en la cintura, por medio de furibundas, atrevidas y voluptuosas contorsiones y sacudidas que recuerdan la inocente picardía de las mariposillas que inundan con su belleza y colorido los campos de La Línea al despuntar la primavera.
Como La Vieja Fefa le bautizó una leyenda del folklore dominicano; Fefita La Grande le endosaron más tarde sus manejadores, siguiendo esquemas mercadológicos de promoción discográfica y, para no quedarse atrás y reivindicar su bien ganado espacio en asuntos de carisma y aceptación en el gusto popular, ella misma se autodefinió como La Mayimba y así se ha quedado, reinando en el corazón de los dominicanos.
Y con coraje, pasión y atrevimiento, aquella niña que un buen día arrebató el acordeón de su progenitor y pulsó las primeras notas de un merengue liniero, escaló a las alturas y se labró un espacio en el cariño del pueblo y la memoria histórica del folklore dominicano.
Como Manuela Josefa Cabrera Taveras aparece registrado su nombre en las actas oficiales. Yo, prefiero nombrarla Fefita: un valeroso ejemplo del temple de la mujer noroestana.
Siendo, como lo es, el producto de una cultura, una región y una época muy particulares, Fefita ha ido marcando el fulgurante camino de su carrera con destellos que la posicionan como una artista incomparable en materia de folklore. A ello agrega las facetas de su chispeante personalidad, que la han colocado en un lugar privilegiado en el cariño de su pueblo.
Habiendo escalado desde el seno de una humilde familia del entorno rural de la provincia Santiago Rodríguez, esta virtuosa del acordeón y el gracejo popular se fue ganando el aprecio de los seguidores del 'perico ripiao’ o ‘merengue de monte adentro’, gracias a la empatía que sintió desde niña por las interpretaciones folklóricas y a pesar de ser éste un género tradicionalmente liderado por hombres, Fefita supo abrirse camino en la interpretación de este popular ritmo gracias a su dedicación, la sabia elección de los temas, la debida asesoría en materia musical y, más que nada, por su soberbia y magistral interpretación y pulsación de las teclas del acordeón.
Revestida de tales cualidades, esta expositora del merengue ha brillado por décadas, codeándose con grandes figuras del arte popular en las diferentes vertientes del merengue, la bachata y otros géneros musicales y ha sabido mantenerse a flote en un medio que, como las aguas turbulentas, a veces está infestado de pirañas y tiburones impulsados por la envidia y la falsedad.
Esa entrega sin límites al género musical que enerva el ánimo de las multitudes le ha permitido aprender que la calidad está muy por encima del efecto ‘milagroso’ -pero pasajero e irreal- del bisturí o del uso innecesario de retocados calendarios que solo incitan al morbo o las críticas malsanas.
Manejándose en todos los escenarios con naturalidad y su chispa personal, sus salidas jocosas y repentinas, su sentido del humor y la seguridad en sí misma, la ‘Vieja Fefa’ ha demostrado que le adornan sobrados méritos para ostentar el sobrenombre de La Mayimba. Siendo así, no es casual que se haya posicionado como la más respetada y auténtica merenguera dominicana y exponente sin igual del ritmo vernáculo, en el país y en el extranjero. Esto le ha llevado a ser tomada en cuenta para figurar en películas, videos y cortometrajes y más recientemente, le hemos visto codeándose de tú a tú con algunas de las divas de la pantalla chica en programas de panel y de variedades, aspectos que la proyectan como una incomparable representante del temple y coraje de la mujer dominicana.
Esas inigualables condiciones le han hecho merecedora de un sinfín de reconocimientos, en diversos escenarios tanto en el país como en playas distantes y le han entronizado en el gusto de las grandes mayorías populares.
Es por ello que, con premiaciones o sin ellas, sin necesidad de someterse al tamiz de unos cuantos, sin componendas ni conveniencias del momento, hace tiempo que Fefita la Grande forma parte indisoluble del sentir del pueblo dominicano, y ese, para que nadie se llame a engaños, es el Gran Soberano.
Por ello, ante esa prodigiosa mujer, como orgulloso liniero, hoy me inclino, reverente!!
Sergio Reyes II
sergioreyII@hotmail.com
03/02/2010; 7:15 P.M. NYC.
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Una sola Palabra
BUCÓLICO
1. Adj. lit. Díc. del género de poesía o composición poética que canta la sencillez de la vida campestre. Teócrito es considerado su creador y Virgilio su máxima figura y modelo para los autores de la Edad Media.
2. adj.-s. idílico.
1. Adj. lit. Díc. del género de poesía o composición poética que canta la sencillez de la vida campestre. Teócrito es considerado su creador y Virgilio su máxima figura y modelo para los autores de la Edad Media.
2. adj.-s. idílico.
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