3 abr 2010
TITIRITERO
Manipula voluntades. Vierte de manera habilidosa sus criterios en forma, a veces tan sutil, que quiere parecer divina y otras veces furibundo, como salidas del más ordinario mortal, para, al final, imponer sus posiciones en el seno de organismos y entidades.
Maneja a su antojo vidas y actitudes; coarta el libre pensamiento, castra aspiraciones libertarias y la posibilidad de cambios concretos que requiere la sociedad.
Incursiona en todas las áreas, prevalido, como cree estarlo, de una patente de corso que le faculta para hurgar con sus metiches narices e hincar sus afiladas uñas en asuntos que atañen a la autodeterminación y el libre albedrío del individuo, tal y como está consignado en los sagrados e inalienables derechos de la humanidad.
Con ardides, argucias, artimañas y chantajes empuja la aprobación de acuerdos y decisiones o la promulgación de leyes; y cuando las conveniencias determinan lo contrario, como por arte de prestidigitación, se concretiza el ‘milagro’ del engavetamiento eterno de las medidas propuestas, hasta caer en el agujero sin fondo y el polvo del olvido.
Y lo que bien pudo haber sido un esbozo de reglamentación o pieza legal, mediante la cual importantes sectores de la población hiciesen sentir su parecer, termina arropado por la desidia y el desinterés o peor aún, desestimado y rechazado de manera definitiva.
Con estilo sutil, ensayadas poses y amañadas intenciones, deja bien claros sus objetivos, luego de lo cual, se retira al regalado palacete que hace las veces de Olimpo, a esperar las decisiones que han de tomar sus marionetas.
Y éstos, pobres seres sin voluntad, pusilánimes de espíritu, aferrados al confortable status de un cargo y las ventajas de la impunidad e inmunidad que se derivan de éste, acuden como dóciles corderillos, a concretizar con su voto, sus disposiciones, sentencias o medidas oficiosas aquello que está más a tono con las aspiraciones o directrices recibidas.
Voluntades nefastas, que se mueven en los entretelones del poder, que susurran opiniones y acuerdos de aposento, inducen la redacción de leyes, decretos, resoluciones, … y prohibiciones.
Y nos queda un amargo pesar al observar la forma grosera en que se pisotean los derechos y libertades del simple ciudadano.
Y quisiéramos pensar que la desafortunada e injusta prohibición que impidió la participación de dos comparsas de Piro Antonio Espinal en el recién celebrado Desfile Nacional de Carnaval 2010 en representación de Bonao, no ha sido más que un caso aislado, tomado, quizás, de manera inconsulta, sin el conocimiento expreso de los máximos incumbentes del Ministerio de Cultura.
Y es que resulta cuesta arriba pensar que un intelectual de la talla y condiciones de José Rafael Lantigua, con todo un historial del lado de la defensa de la cultura nacional y sus más fieles e idóneas expresiones, se constituya en censor y propulsor directo –o, en su defecto, cómplice por omisión- de la ejecución de una medida grosera, que vulnera el libre derecho del pueblo a expresarse, por medio de comparsas, carrozas y caracterización de personajes, que muestran lo que piensa la gente sobre sus gobernantes, sus dirigentes, la sociedad en sí misma o un hecho casual que concite el interés, la hilaridad, la condena o la aprobación de la ciudadanía.
Y de repente nos asalta la inquietud por conocer el parecer de figuras de la talla de Dagoberto Tejeda, José Castillo y Xiomarita Pérez, entre otras personalidades que ocupan posiciones cimeras en el área del folklore, el montaje del carnaval y la proyección y defensa de la cultura nacional, en sentido general.
Y me detengo en estas reflexiones porque pienso –quizás asumiendo una actitud simplista e idealista- que personas del relieve de las mencionadas no deben echar por la borda un historial de probidad, honestidad y defensa intransigente de sus principios a cambio de cargos y salarios pasajeros que, en la mayoría de los casos, solo sirven para dañar reputaciones.
Independientemente de que estemos o no de acuerdo con el mensaje directo o velado que constituye la razón de ser de las comparsas “Titiritero” y “Comprando a Cinco y soltando a Diez”, elaboradas de manera magistral por Piro Antonio Espinal -un entusiasta artesano y trabajador cultural oriundo de Bonao-, la acción mediante la cual se concretizó el impedimento de que éstas participasen en el desfile del carnaval nacional del pasado fin de semana en el malecón de Santo Domingo, se constituye en una acción grosera y draconiana, impregnada de ribetes dictatoriales propios de regímenes en donde prima la intolerancia y la sinrazón.
Ante estos asomos de mandonismo y de irrespeto a las libertades y derechos del ciudadano, nunca será ocioso recordar que el clima democrático que impera en nuestro país en el presente no es un regalo de nadie en particular o de gestión de gobierno alguna, sino que es el resultado de grandes jornadas de luchas en un sendero plantado de mártires y heroísmo, protagonizadas por el pueblo en su conjunto. Las conquistas y libertades obtenidas al fragor de esas luchas no han de ser desconocidas, conculcadas ni irrespetadas por ninguna autoridad, sea cual fuere su jerarquía y mucho menos basados en la excusa pueril de evitar ofensas o herir hipersensibilidades con aires de divinidad.
El carnaval es un vistoso y creativo medio de expresión y constituye una pieza importante del patrimonio del pueblo dominicano; en ese contexto, la libre participación del ciudadano común en este evento no puede ni debe estar coartada ni condicionada por el parecer de unos cuantos.
Ante esta injusta y desafortunada medida, que llena de indignación a las personas sensatas, por respeto a los amantes del carnaval y a la comunidad de Bonao, y en aras de prevenir consecuencias negativas que afecten la brillantez y lucimiento de futuros montajes de este importante evento, pienso que lo menos a que se podría aspirar es a que se ofrezca un desagravio público al valioso ciudadano Piro Antonio Espinal, encaminado por las mismas instancias que urdieron o intimaron su exclusión del carnaval 2010.
Y, para finalizar, pienso que el movimiento cultural de nuestro país debe sacudirse de su aparente letargo y dar un paso al frente, ante la ocurrencia de acciones odiosas y retardatarias como la que hoy nos ocupa.
Hace mucho tiempo que todos conocemos al Titiritero y venimos padeciendo sus ardides, exabruptos y poses dictatoriales. Todo indica que en el curso del desarrollo de este desagradable sainete iremos descubriendo a las marionetas a través de las cuales aquel se expresa y manifiesta.
Vade retro!!
Sergio Reyes II
sergioreyII@hotmail.com
03/09/2010; 1:15 a.m. NYC.
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Una sola Palabra
BUCÓLICO
1. Adj. lit. Díc. del género de poesía o composición poética que canta la sencillez de la vida campestre. Teócrito es considerado su creador y Virgilio su máxima figura y modelo para los autores de la Edad Media.
2. adj.-s. idílico.
1. Adj. lit. Díc. del género de poesía o composición poética que canta la sencillez de la vida campestre. Teócrito es considerado su creador y Virgilio su máxima figura y modelo para los autores de la Edad Media.
2. adj.-s. idílico.
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