13 jul 2010

España, Mandela y el 'Mundial': Triunfo del futbol y de la igualdad entre los seres humanos.

Sergio Reyes II.

Corría el minuto 116 en el desarrollo del apasionante partido en que se disputaba el máximo galardón de la justa convocada por la Federación Internacional de Futbol Asociación -FIFA- (por sus siglas en inglés); Los ojos del mundo seguían con suma atención las posiciones defendidas por los jugadores de ambas escuadras en el desarrollo de los acontecimientos y, por momentos, el éxtasis y la agonía se disputaban los espacios en un derroche de emoción que arrastraba a todos, ante un inminente final con empate cero a cero y sin un avasallante dominio de ninguna de las partes.


Y llegó el momento en que un esforzado Andrés Iniesta, recibió un balón en el área y sorprendió al guardameta holandés, con un contundente tiro cruzado; y lo demás es historia: España se coronó, en Johannesburgo, Sudáfrica, campeón del máximo evento mundial de la disciplina futbolística, mientras que una Holanda, tres veces finalista en este tipo de justa, tuvo que resignar sus expectativas y conformarse con un no menos importante segundo lugar.



Con las explosiones de alegría, las efusivas felicitaciones y la profusión de imágenes en donde se resalta el decisivo papel jugado por el deporte para unir a los pueblos, termina una intensa jornada de varias semanas en las que todo el mundo se mantuvo en vilo, pendiente del resultado de los diferentes encuentros, de las emocionantes jugadas protagonizadas por las grandes estrellas de este deporte, los novedosos bailes rituales de las diferentes etnias del continente africano, matizados por las inflexiones de la voz y los sensuales golpes de cadera de la colombiana Shakira y, claro está, el persistente sonido de las vuvuzelas, curiosa trompeta de factura africana con la que los fanáticos se mantuvieron animando a sus respectivos equipos hasta el cansancio, el paroxismo y la desesperación.



Termina, también, en cierto modo, la era de los grandes favoritos, de los predestinados y de las viejas e ‘indiscutibles glorias’ de ese deporte, y, de buenas a primeras, un equipo en cierto modo bisoño, termina alzándose con la presea, venciendo los pronósticos y aspiraciones de los técnicos y analistas deportivos que no le concedían a España y a su escuadra posibilidades reales mas allá de las primeras rondas.


Por su parte, la nación sudafricana se cubre de gloria, al apadrinar, de manera exitosa, el montaje del certámen mundial y acoger como un digno anfitrión, en forma solidaria, hospitalaria y con elevados niveles de calidad a la infinidad de visitantes del mundo que durante el periodo en cuestión se dieron cita en los diferentes estadios, pueblos y ciudades a lo largo de esa interesante país ubicado en la posición más austral del gran continente africano.



Esa nación, que durante muchos años fue proscrita de la participación en eventos deportivos a nivel mundial, en condena por el sostenimiento de la injusta e inhumana política de segregación racial conocida como “Apartheid”, ha visto multiplicada de manera positiva su imagen ante los ojos del mundo, gracias, principalmente al determinante papel jugado por Nelson Mandela, un líder histórico venerado por la humanidad, por los esfuerzos desplegados a lo largo de toda su vida en pro de los humildes del mundo y, de manera especial, por el derecho de la gente de color a existir y ser reconocidos en su propio país como seres humanos.



Durante más de 27 años de encarcelamiento injusto en las ergástulas en que le confinó la minoría blanca gobernante en Sudáfrica, Mandela mantuvo una inconmovible e irrenunciable actitud en defensa de su gente y el derecho a la coexistencia -en igualdad de derechos-, en un país con una mayoría étnica de color, gobernado por los remanentes de raza blanca de origen europeo que originalmente colonizaron y tomaron por la fuerza y el avasallaje las riendas de esa nación.



La coherencia en sus posiciones, la persistencia en la reclamación de los derechos de su pueblo y la insobornable e imperturbable actitud de Mandela le granjearon el apoyo y la simpatía de toda la gente sensata, a través del mundo, y luego de su excarcelación, en 1990, lideró una ardua jornada de activismo político, en aras de la obtención de una democracia multirracial en Sudáfrica. Como consecuencia de ello, en 1994 es elegido Presidente, tras la realización del primer certamen electoral democrático por sufragio universal, realizado en la citada Nación.

 

Lejos de prevalerse del poder y de apelar a la retaliación contra los representantes y remanentes del sistema político de oprobio que le confinó en las mazmorras en condiciones ignominiosas bajo el sistema de trabajos forzados, Mandela encaminó una vigorosa jornada de reconciliación de todos los sectores sociales y raciales representados en la geografía nacional. Y concertando intenciones y ganando simpatías en el seno de sus antiguos perseguidores y detractores, el líder patriarcal unificó a su país.



En cierto modo, podría decirse que el prestigio de que goza la nación Sudafricana ante los ojos del mundo, en la actualidad, se debe a la influencia y el carisma desplegado alrededor de la estatura de gigante de Mandela. Esa influencia y ese carisma fueron determinantes a la hora de asignar la sede para la realización del evento mundial del futbol aficionado, que recién acaba de concluir envuelto en la fantasía de la pirotecnia, las emociones y el fasto del triunfo de la escuadra española.



Y, como es natural, el gran anfitrión y venerado patriarca se hizo presente en los actos de clausura del Mundial, desechando los cuidados extremos de su equipo médico y las reticencias de sus familiares cercanos.



Y así, con la euforia del triunfo de la Furia Roja, como se ha calificado a los jóvenes representantes del equipo español y la imponente mansedumbre de ese mítico y grandioso hombre que es, por mucho, un patrimonio vivo para la humanidad, se cierra otra etapa importante en la historia mundial del futbol, en una instalación deportiva construída, ex profeso, encima de un lugar por demás simbólico: allí pronunció Mandela en el pasado uno de sus más significativos y encendidos discursos, en aras de la reconciliación nacional, ante un público estimado en más de cien mil personas.



Vayan, por tanto, nuestras más efusivas felicitaciones a los integrantes y directivos del equipo ibérico y a aquellos que ostentan con orgullo su amor por la bandera rojiamarilla, en todo el mundo, por su triunfo en este Mundial de futbol 2010.



Larga vida al patriarca Nelson Mandela, Premio Nóbel de la Paz 1993.



… Y que viva España, c…!!





Julio 11, 2010; 9:03 p.m. NYC.

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Una sola Palabra

BUCÓLICO

1. Adj. lit. Díc. del género de poesía o composición poética que canta la sencillez de la vida campestre. Teócrito es considerado su creador y Virgilio su máxima figura y modelo para los autores de la Edad Media.

2. adj.-s. idílico.