Por Sergio Reyes II.-
Invadido por oleadas de recuerdos que flotan en el ambiente cada vez que enfilamos el rumbo por la ruta de sol y sal, de llanuras y montañas, de afectos y añoranzas infantiles, nos encaminamos una tarde en plan de aventura y de contactos familiares por la inacabable y eterna carretera que se desplaza entre los múltiples poblados de la Línea Noroeste, en el trayecto que se extiende desde Santiago de los Caballeros hasta Monte Cristi y que, entre otros atractivos, cuenta con una inigualable oferta gastronómica, gracias a la magia del arte culinario que, en la manera de aderezar y cocinar la carne de chivo, alcanza su más alta expresión.
Chivo liniero le llaman y en verdad que después de probar las diversas formas de sazonar los innúmeros platos elaborados a partir de la carne del arisco caprino que con tanto mérito representa a Monte Cristi y la Línea Noroeste en el mundo, hay que colegir, sin temor a equivocarnos en que, en materia de gusto y sabor, el nuestro no tiene igual.
Queriendo, quizás, repetir experiencias pasadas, de tiempos idos, en que cada incursión a la frontera en viajes de familia constituía una forma de atrapar esporádicos momentos de felicidad en compañía de mi progenitor, de cuando en cuando y en tiempo presente me lanzo a recorrer los mismos trayectos y los mismos lugares en los que de niño anduve, invadido por el sueño -a veces-, y hechizado por la magia y gallardía que destilaba mi Padre en todas las acciones de su vida, otras tantas.
Y sintiendo flotar en el ambiente las mil y una veces en que recalábamos en el parador ‘Oasis del Viajero’, de Hato al Medio, un poco antes de Villa Vásquez, para degustar un apetitoso plato de chivo cocinado al mejor estilo y al gusto del ‘viejo’, me dispuse en esta ocasión a conducir a los miembros de la familia que me acompañaban, a un lugar que, al decir de muchos, superaba en calidad y sabor a los tradicionales paradores, fondas y tarantines en donde se sirve el famoso plato, a lo largo de la calcinante y eterna carretera noroestana.
La agenda de aquel día contemplaba, también, ‘caerle de sorpresa’ al prestante abogado y acucioso intelectual montecristeño Ramón Helena Campos, que ha sido, por muchos años, un pionero de las labores de orientación ciudadana a través de las redes digitales y a quien, en lo personal, debo la precisión, acertadas orientaciones e impecables gráficas contenidas en algunos de mis escritos que versan sobre diversos aspectos y vivencias alusivos a la Línea Noroeste.
Así las cosas, habiendo pasado el Cruce de Esperanza y colocados de frente ante una inconmovible carretera que constituye el mejor retrato del coraje, creatividad y calidez que caracterizan al hombre y la mujer linieros, nos desplazamos en una tarde radiante en la que el sol parecía contar con renovadas energías caloríferas. El hambre hacía sus estragos en el ánimo de los viajeros y las continuas menciones a las múltiples virtudes del apetecido platillo liniero en pos del cual nos desplazábamos no hacia más que aumentar la inquietud y el apetito del conductor, cuyo creciente apetito apenas le permitía disfrutar el momento y admirar las bellezas del entorno y la carretera, con sus curvas y sus rectas, sus amenos pueblecitos a la vera y los multicolores jardincitos en los frentes de las viviendas.
De salto en salto y sin haber podido aún lograr comunicación telefónica con el amigo montecristeño a quien pensaba sorprender y con quien aspiraba sostener un caluroso conversa‘o sobre diferentes aspectos del mundillo literario, político y social, llegamos a un simbólico parador, ubicado en una vuelta del camino, tras rebasar una ligera cuesta.
Un hermoso y acogedor restaurante, situado al borde de la histórica carretera y que cuenta con un amplio local, facilidades sanitarias y de parqueo, nos dio la bienvenida. Madonna, lleva por nombre y el plato fuerte de la provocativa oferta plasmada en su menú está basado en el tradicional sazón del chivo liniero; Y de manera especial, se destaca las diferentes formas de presentación, entre las que llama poderosamente la atención la modalidad del chivo horneado, de reciente introducción en el gusto popular de la gente de la región.
Una típica y acogedora terraza bendecida por una incesante brisa que campea por sus fueros nos permite apreciar el paisaje, en lontananza, y de inmediato, una batería de atentas y serviciales empleadas nos pone al tanto de las virtudes y bondades de la comida, mérito que, en justicia, corresponde en su mayor parte a la destreza del equipo de héroes anónimos que trajinan en el área de la cocina, abriéndose paso entre pailas y sartenes, hornillas y fogones. Y una embrujadora esencia de sazones flotando en el ambiente.
La evidente satisfacción patentizada en el rostro de cada uno de los comensales que me acompañaban, la voracidad con que devoraron los diferentes platos ordenados y el encanto y derroche de atenciones con que fuimos premiados por las atentas camareras que cumplían su turno, aquel día, contribuyeron a llenar a cabalidad las expectativas que nos habíamos hecho sobre las publicitadas bondades del citado parador turístico.
Por demás, la euforia y vitalidad exhibida en la ocasión por Erín, el nieto más reciente de la camada y el delfín señero en la descendencia del suscrito, quien correteó en plena libertad por todo el ámbito del local y disfrutó de los mimos y atenciones especiales de las camareras, hicieron revivir, por momentos, aquellos viajes continuos de mi infancia, con paradas obligadas y estacionarias -en el Oasis o cualquier otro lugar-, observando la manera en que aquel en cuyo homenaje fuí nombrado se ocupaba, personalmente, de destazar, acondicionar, sazonar y aderezar la pieza de carne de chivo elegida por El, con fines de ser degustada por su familia.
Y mientras eso hacía, junto a mis hermanas y demás acompañantes, escuchábamos música en la vellonera, bailábamos los ritmos de moda y caminábamos por los alrededores del poblado, compartiendo con las afables gentes de Hato Al Medio, entre manadas inmensas de traviesos y ariscos chivos que erraban entre guasábaras, cactus y cambrones olisqueando y comiendo sin cesar las ramitas del aromático orégano que crece silvestre entre las infinitas llanuras de la zona y que, al decir de muchos, constituye el secreto fundamental del inigualable sabor de este caprino cuya fama trasciende el ámbito local y ha catapultado las bondades culinarias de la Línea Noroeste y el país hacia todos los rincones del mundo.
El recorrido por la histórica ruta que conduce a Monte Cristi estaría incompleto si no se disfruta del privilegio de una ‘parada técnica’ en alguno de los múltiples paradores existentes en los diferentes poblados establecidos a lo largo de la carretera, lo que bien puede estar complementado con el hecho de reservar una ‘bandita’ de carne, para ser sazonada, aderezada al gusto y servida en la comodidad del hogar. Para ello, se ha establecido infinidad de puntos de venta en donde se puede elegir con toda libertad la pieza de chivo que satisfaga las necesidades del comprador e, incluso, comprar el animal entero, en pie.
Anímese y en su próximo viaje a La Línea tómese su tiempo y dele gusto al paladar. En lo que a mí concierne, le recomiendo el chivo horneado que sirven en La Madona. No se arrepentirá!!
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