Por Sergio Reyes II.
La
llegada sigilosa, sin agenda previa ni guión, constituyó, quizás, la
circunstancia adecuada, que nos permitiese sacar a flote y poner a
palpitar en toda su belleza y expresividad las disímiles cualidades que
confluyen para hacer de Restauración un inigualable paraíso enclavado en las serranías de la Cordillera Central, en la República Dominicana.
Acompañado
de frescas y juguetonas brisas matutinas, que se escurren entre la
arboleda arrancándole murmullos, nos apersonamos a las inmediaciones de
un vistoso arco de reciente construcción, que ofrece la bienvenida al
viajero.
El
oficio del cronista, que aprecia el íntimo valor de las cosas cuando
puede conocerlas en carne propia, nos hizo desechar el vehículo y poner
pie en tierra, para sumergirnos en un eterno viaje, sin fin, que, en lo
adelante, habría de ser ejecutado a pies.
Una
sinfonía vegetal, matizada por todas las tonalidades posibles de verde,
se encuentra presente en el entorno, apabullando la mirada y dejando
centelleantes fulgores impresos en las pupilas. Entre éstos, el impacto
del colorido nos conduce hacia el verde pálido de la entrada triunfal,
estampado allí talvez con la ingeniosa finalidad de destacar la
estructura en contraste con el verde intenso de la arboleda circundante.
Una novedosa oleada de cambios sacude en estos tiempos a la bucólica población, motivados, en unos casos, por las exigencias del
desarrollo, a tono con los tiempos modernos, y, en otros, por la
urgente necesidad de implementar las ejecutorias y promesas de corte
proselitista surgidas en el fragor de recientes certámenes electorales.
En
uno u otro caso, lo cierto es que, en el presente, en esta laboriosa
población fronteriza situada en la porción sur de la provincia Dajabón,
el ansia de progreso vibra en sus cuatro costados, remecida por una
febril actividad que ha conllevado su remozamiento vial, con la
consiguiente reparación y ampliación de calles, aceras y contenes,
acondicionamiento de parques, balnearios y otras áreas públicas, así
como construcción o ampliación de diversas obras y edificaciones que
desde hacía mucho tiempo demandaban la mano diligente del Estado, a
través de sus diferentes Ministerios, o del Municipio, con la
intervención del Alcalde y la Sala Capitular.
En
suma, con gran placer se puede observar la pulcra imagen que ofrece
esta demarcación en el presente, lo que dista mucho del descuido,
descontrol e inobservancia de las reglamentaciones municipales que
imperaba hace apenas unos diez años atrás.
Y
ya que en esas estamos, permítaseme decir que, independientemente del
simbolismo, veneración y recogimiento que estaban patentizados en el
antiguo calvario de tres cruces instalado en la entrada del pueblo en
1951 por el padre Santa Anna y los jesuitas de la Misión Fronteriza, la
portentosa obra de una sola y robusta cruz de madera erigida en el mismo
lugar por la actual gestión municipal preserva las aspiraciones y el
simbolismo espirituales de la feligresía católica y, al mismo tiempo, el
remozamiento del lugar convierte a la zona en un vistoso punto de
referencia para propios y visitantes, a la vez que en apacible rincón de
esparcimiento para que la comunidad pueda disfrutar de las tardes y la
prima noche en un ambiente sano y fraternal.
El
agitado tropel de días de feria en el área del mercado y callejas
aledañas, nos envuelve con el constante ir y venir de compradores, las
ofertas a todo pulmón de los vendedores y el incesante e ininteligible
parloteo de las marchantas de origen haitiano que pululan por
doquier, sumidas en el acostumbrado regateo y los ineludibles
retruécanos de la compra y venta.
De
repente, quedamos sumergidos en un torbellino de frutas frescas,
vegetales, víveres -con la rojiza tierra de estos lares aún impregnada-,
aves de corral de diversa especie, ristras de ajo, olorosos amasijos de
ramitas de orégano y hojas de limoncillo. Y junto a éstos, una
penetrante oleada de esencias -vegetales y animales-, pululando en el
ambiente.
A seguidas de este baño de pueblo
y vibrando todavía en nuestros oídos los ritmos musicales que acaparan
las radios, consolas y bocinas de las viviendas y comercios -y hasta de un estridente Disco-Light que, en la ocasión, recorría las calles convocando a un próximo evento de corte político-, nos dirigimos, un poco mas sosegados, hacia el sombreado y acogedor Parque Central de la población.
Solidarias
banquetas acogen nuestra anatomía, aunque no por mucho tiempo: la
sólida glorieta, la delicada jardinería y ornamentación y, más que nada,
la limpieza y pulcritud imperantes en el ámbito de este parque de
encumbrada arboleda, nos hacen dirigir la vista de lado a lado.
Y con ella, el ojo avizor del lente, dispuesto a graficar todo aquello y perpetuarlo para la posteridad.
Entidades
municipales, judiciales, organismos de servicio público y de ejecución
del Estado, instalaciones deportivas, educativas, religiosas y
recreativas, entidades privadas y estamentos militares y policiales, …
Con
la sola excepción de las deplorables condiciones que presenta el local
que alberga la dotación policial de la comunidad -el cual amerita la
urgente atención de las autoridades correspondientes, por el respeto y
consideración que se merecen los abnegados servidores que prestan su
labor en dicho lugar en condiciones poco menos que infrahumanas-, en
sentido general la población ofrece una delicada estampa en la que los
detalles del ornato, la limpieza y dedicación de los munícipes se
confabulan para hacer agradable la permanencia del visitante.
La
simpleza de las coquetas casitas de antaño, alternándose con otras de
estructura moderna y reciente construcción y engalanadas, todas, con
primorosos jardines frontales, a cada paso nos cautiva la atención. La
bucólica quietud pueblerina y la originalidad de las impecables
callejuelas que suben y bajan siguiendo las ondulaciones del accidentado
terreno de las serranías, nos toma por asalto, dejándonos boquiabierto.
Uno
de esos casos esta patentizado en las viviendas construídas por los
inmigrantes de origen ibérico -y sus descendientes- que ostentan el
apellido Fontanilla.
La
delicadeza, multiplicidad de detalles y el evidente amor y dedicación
por nuestras cosas que, evidentemente, inspiró a quienes construyeron
las inigualables casitas a que me refiero, ameritan un escrito más
extenso y especifico, al que pienso dedicarme más adelante. Mas aún,
después de haber conocido y disfrutado la inmerecida atención de la
excelsa dama y maestra de varias generaciones, Aracelis Bueno Vda. Fontanilla,
quien, en desmedro de urgencias familiares pre-establecidas, dispensó
en mi favor una parte de su valioso tiempo y me ofreció novedosas
informaciones de tipo histórico y familiar que, en su momento, habré de
elaborar para contar algunas de las bellas estampas que están encerradas
en las paredes de su vistosa vivienda, que, mas que una casa, es un
tesoro arquitectónico que, al igual que otras añejas construcciones de
igual naturaleza que se encuentran diseminadas en diferentes lugares del
pueblo, debe ser aquilatado y preservado por el municipio de
Restauración y sus habitantes.
Haciendo
esquina con esta memorable casona y ocupando un lugar cimero, conexo a
todo el lateral sur del parque, se erige la imponente estructura de la
iglesia católica, construida en 1947, que está dedicada a venerar al
Patrón San José, maestro carpintero y padre de Jesús, el redentor del
mundo.
Diversas
figuras forjadas en metal, simbolizando árboles de pino así como
serruchos, martillos y otros utensilios y herramientas usadas en su
labor por el humilde carpintero, adornan la verja frontal del templo. Al
propio tiempo, dicha ornamentación se identifica con la profusión de
serranías forradas de pino y otros árboles maderables, que se extienden
en todo el municipio de Restauración, lo que le convierte en zona de
aserraderos, repoblación forestal y procesamiento de maderas preciosas,
actividad económica que constituye una importante fuente de ingresos
para un sector significativo de la comunidad.
El
amplio espacio frontal de la edificación, por encima de los portones de
entrada, está ocupado por policromados murales en los que se
representan imágenes de la infancia de Jesús junto a sus privilegiados
progenitores.
El
interior de este templo sobrecoge por la amplitud, la elevación de su
nave central y la sencillez de su altar, a tono, quizás, con las
enseñanzas y prédicas impartidas en el curso de su vida
por aquel hijo de humildes padres y aprendiz de carpintero, que vino al
mundo a ofrendar su vida para salvar a la humanidad.
Fuera de allí, el embate frontal del fresco viento, mientras escalábamos una ligera pendiente, nos puso, nueva
vez, en frente de un imponente coloso monolítico que rememora gestas
libertarias. Nos referimos a la descollante estructura de concreto en
forma de pilar vertical, erigida en 1986 en el punto mas alto de la
población, para conmemorar a la epopeya y a los héroes que hicieron
realidad la Guerra de la Restauración (1863-1865), acontecimiento
histórico mediante el cual los dominicanos se sacudieron de la ignominia
de la anexión a España y con el cual la República Dominicana estableció
de manera definitiva su independencia, logrando su inserción en el
contexto de los pueblos libres del mundo.
Frescas
oleadas de viento que circulan en todas direcciones acarician al
transeúnte que se apersona en este imponente recinto constituido a
manera de atalaya y desde el cual puede apreciarse la extensión del
poblado en todas direcciones así como los cerros y demás formaciones
orográficas que completan el encierro de este prodigioso valle
intramontano.
Los
colores y emblemas patrios, así como los vistosos murales con las
figuras de aquellos prohombres estampadas a todo lo largo de la
cilíndrica estructura vertical por el pincel prodigioso del artista
dajabonero Gume Mármol, contribuyen con su policromía a hermosear el
entorno, haciendo más agradable la estancia.
Un
altivo lienzo, que se bate furiosamente enfrentado a los fuertes
vientos desde el punto más alto de un mástil, parece recordarnos la
bravura de leyenda que impulsó y acompañó hasta lograr la victoria a
aquellos valerosos combatientes, en su lucha desigual contra el
orgulloso y prepotente ejército invasor del imperio español de entonces.
En
su encrespada altitud, que se eleva cada instante con el agradecimiento
y veneración del pueblo, la bandera tan solo encuentra compañía en la
cercana presencia de las torres emplazadas en años recientes por las
empresas telefónicas establecidas en el país, a fin de ampliar el
alcance de las comunicaciones y facilitar el desarrollo de los pueblos
de la región.
Sin embargo, la belleza inmarcesible de este sólido monumento y la enseña tricolor que le sirve de celoso vigilante
solo puede ser equiparada por la majestuosidad de los verdes bosques y
las empinadas montañas que bordean en todas direcciones al dinámico y
acogedor poblado de Restauración, que, de tan alto y encumbrado, por
momentos, la ilusión nos hace suponer que estamos en los umbrales de las
puertas del mismo cielo.
Loma de Cabrera, Nov. 26, 2011.
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